"No hay nada que celebrar 50 años después de la muerte de nuestro tirano"

La Segunda República española tuvo la mala suerte de nacer en el peor momento, en el periodo políticamente más convulso del siglo XX, en plena expansión del capitalismo industrial, ganador de la Primera Guerra Mundial de mano del motor de explosión y el petróleo, pero que ya estaba siendo sobrepasado por el capitalismo especulativo financiero, que tardó muy poco en superar la crisis de 1929 y se apuntó de inmediato al gran negocio que iba a ser la Segunda Guerra Mundial (1939 a 1945), como se demostró en los acuerdos de Breton Woods (1944).

El capitalismo tenía ya sus propios problemas, no estaba dispuesto a soportar el incordio de un movimiento obrero organizado para gobernar un país y cortaron cualquier esperanza. El juicio a la República española fue rápido y la condena inmediata, pero los cinco años (1931-1936) que duró el proceso convirtieron la suerte de los españoles en un asunto internacional, para dirimir qué lugar ocuparían la libertad y la justicia social en el orden económico de las grandes corporaciones que se avecinaba.

Perdió el trabajo, nada que celebrar, y mucho menos la tranquila muerte de nuestro tirano 50 años después.