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"Agosto en Hostafrancs"

Mercado de Hostafrancs de Barcelona

Mercado de Hostafrancs de Barcelona / Ajuntament de Barcelona

JORDI QUEROL PIERA

Aunque mi domicilio se encuentre en el extremo final del suroeste del ensanche barcelonés (el del lado izquierdo), mi barrio natural es Hostafrancs. Allí, en su escuela municipal, creo que ahora se llama Joan Pelegrí, yo aprendía a leer y a escribir de pequeño. Un barrio que tiene de todo: comercios, mercado, una vía principal muy importante (Creu Coberta), plazas de gran calidad urbana, y multitud de calles estrechas y bien arboladas, pero, desde mi punto de vista personal y neutral, creo que su principal característica es su simpático y febril ambiente. No obstante, el pasado domingo que, como es habitual, mi mujer me pidió ‘churros’, al dirigirme a Hostafrancs para comprárselos lo noté muy desangelado. Eran las diez de la mañana, el cielo estaba nublado y hacía mucho calor, y enseguida pensé que sería una buena idea tomar un café en cualquier bar y poner en orden mis ideas al respecto y, así, al llegar a casa poder escribir esta carta. Mi sorpresa fue mayúscula: los bares también estaban cerrados. Era un Hostafrancs vacío y sin vida alguna. Los pocos que por allí deambulábamos parecíamos vigilantes. Aquellos que, lejos de playas, riachuelos y montañas verdes estábamos en Barcelona cuidando que, los otros (la gente normal que está disfrutando de sus merecidas vacaciones de agosto), al regresar, se encontraran con el mismo Hostafrancs que dejaron al irse.

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