Aumento de personas sin hogar: Falta honestidad y un código moral en la toma de decisiones políticas

Respecto al artículo de EL PERIÓDICO del 29 de septiembre sobre el aumento de personas sin hogar de Barcelona, me gustaría decir varias cosas. En junio se publicó en la web de Arrels que el total son 3.800 personas, mil más que en el 2015, y en esta cifra se incluye a los que duermen al raso, chabolas y albergues. Además, muchos de los 1,6 millones de barceloneses son de origen foráneo. ¿Alguien esperaba que los indigentes fuesen autóctonos y con arraigo de cuatro generaciones? 

Si hay un rasgo que define a Barcelona es el origen foráneo de gran parte de su población, y con los indigentes ocurre lo mismo, por lo que señalar esto son excusas. Por otro lado, en estas cifras se oculta que hay un sector abandonado por la Administración pública, personas que tienen patologías mentales y que los tienen durmiendo en la calle a pesar de estar sufragada su atención con subvenciones públicas, y que a veces se recurre a albergues temporales, donde pueden dormir personas sin recursos, exreclusos... ¿Y aquí es a donde quieren llevar a personas con enfermedades incapacitantes que necesitan programas mayores de integración según la Convención de la ONU sobre derechos de personas discapacitadas? 

Se pueden hacer las estadísticas que se quiera, el asunto es que no se quiere afrontar este tema, que se necesita financiación y recursos residenciales finalistas y estables (en invierno, cuando hace frío de calarse los huesos, solo tienen 2.100 plazas para 3.800). En todo este tema falta un código moral en la toma de decisiones políticas, y honestidad para asumir el problema enorme que se ha venido encima por financiar una estructura pero sin construir más recursos residenciales, ya que desde la política se cree que la indigencia no es un problema político sino personal.