"Contra la adicción a las pantallas"
Luis Daniel Herrero Castelldefels
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EFE / SERGEY DOLZHENKO
Luis Fernando Crespo
Entre el 1 de septiembre de 1939 -invasión alemana de Polonia- y el 2 de septiembre de 1945 -rendición de Japón- en seis años exactos murieron entre 60 y 80 millones de personas en una guerra vergonzante para la humanidad, como las guerras de ahora (Yemen, Siria, Gaza, Sudán, Somalia, Sahel, Ucrania…), con su carga de irracionalidad, de cerril adoctrinamiento y de bestialidades religiosas, ideológicas o identitarias, guerras sin comienzo ni final.
Entretots
Extrañas guerras estas en las que estamos inmersos. Ante "amenazas infinitas, imprevisibles y cambiantes" nos creemos legitimados para utilizar la fuerza, incluso preventivamente, y de la forma más brutal posible, para que los muertos los ponga el enemigo, al que previamente hemos cosificado calificándole de fanático, integrista y cerril, para deshacernos de él sin problemas de conciencia moral, ni de opinión pública.
Y para nosotros, la dignidad, el loor y la gloria de pertenecer al club de los selectos, aquellos que matan sin ser criminales, profesionalmente, en nombre de la "libertad duradera" y el "progreso de la democracia"; bondades intrínsecas e indubitables de la civilización occidental, cuyo valor universal puede ser impuesto por las armas -públicas y privadas- sin contradicción aparente.
Esta barbarie que es, por desgracia, tan profundamente humana, tiene su soporte fundamental en la desigualdad creciente, en la falta de oportunidades para el desarrollo personal de la inmensa mayoría de los hombres y mujeres, en un sistema económico global radicalmente injusto y falto de cohesión social.
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