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"España está en crisis: entre el extremismo y la mediocridad"

El hemiciclo del Congeso de los Diputados

El hemiciclo del Congeso de los Diputados / EL PERIÓDICO

Cada mañana, al abrir el periódico, el mundo parece sumido en una tormenta. El malestar crece en todos los rincones del planeta y el extremismo encuentra terreno fértil donde la política ya no ofrece respuestas sino confrontación. Las certezas se disuelven, las democracias se tambalean y Europa, que una vez fue símbolo de esperanza, ahora se ve desgarrada por la desconfianza.

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España no escapa a este clima de incertidumbre. La precariedad es una constante, los jóvenes ven cómo se les escapan los sueños y la confianza en las instituciones se desvanece. Los gobernantes, en lugar de ser visionarios, parecen haber perdido el rumbo, limitándose a gestionar un sistema que ya no les pertenece.

La irresponsabilidad política, el oportunismo y la falta de un proyecto común han debilitado la democracia, dando paso al extremismo. La historia demuestra que la desilusión es el terreno en el que los extremos encuentran su camino. Pero el problema no es solo político.

Vivimos en una sociedad donde el pensamiento crítico se está perdiendo (o al menos no se promueve como se debería), la excelencia se desplaza y la mediocridad se romantiza. No solo los dirigentes han fallado sino que la ciudadanía ha tolerado la demagogia, ha aceptado lo superficial como válido y ha dejado que la incompetencia se instale como norma. El país avanza, pero sin cuestionar su rumbo ni exigir responsabilidad.

A pesar de todo, aún queda espacio para la esperanza. España necesita una política que apueste por la educación, por la reflexión y por la construcción de puentes entre los diversos sectores. No se trata de soluciones rápidas sino de valentía para mirar más allá de lo inmediato y comprometernos con un proyecto común. Solo así podremos cerrar las grietas por las que se cuela el extremismo.

La historia está observando. ¿Seremos capaces de escribirla con dignidad y sabiduría?

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