"¿Dónde queda el derecho a disfrutar de una vivienda digna?"

A diario, camino del trabajo, al amanecer, me cruzo con el crudo sinhogarismo. Con ese drama humano conmovedor que ya forma parte del paisaje urbano. Personas sin techo que pernoctan, haga frío o calor, a la intemperie, entre improvisados lechos de cartón apenas cubiertos por mantas o desgastados sacos de dormir y alguno con maltrecho colchón.

Otros malviven para poder afrontar a final de mes el pago de un alquiler desorbitado. La morosidad de los inquilinos se ha incrementado. La deuda media en 2024 rozó los 8.000 euros. El sobreesfuerzo para pagar el alquiler les condena a una vida miserable para no caer en la exclusión residencial.

Familias que dedican el 70% de sus ingresos al pago de la renta. Otros malviven en infraviviendas, sin luz natural, con deficiencias de construcción e insalubridad, humedades, con graves consecuencias en la salud física y emocional, especialmente los niños, adolescentes y ancianos.

¿Dónde queda el derecho constitucional a disfrutar de una vivienda digna y adecuada?