"Aunque sea difícil, sé que quiero educar a mi hijo con presencia, paciencia y sin atajos"

Soy padre de un niño de 3 años. Antes, salir a comer o cenar con mi pareja era uno de mis mayores placeres. Ahora, disfruto igual o más, pero en familia. Somos tres para lo bueno y para lo malo. Las comidas y cenas con un peque no son siempre fáciles. Las rabietas se dan tanto en casa como fuera. Aun así, estamos enseñándole a disfrutar del placer de salir en familia, de saborear la comida, que le encanta, y por encima de todo a aprender a convivir en torno a la mesa.

Sabemos que cuando se sacia, su interés por seguir sentado desaparece. Pero con paciencia, insistencia y cariño estamos consiguiendo que espere a que sus papás terminen. ¿Es fácil? Para nada. Es complicado. Pero aquí estamos, apostando por educar en lugar de distraer, por conectar en vez de aislar. Y luchamos, sobre todo, contra lo que es el gran reto de hoy en día: las pantallas.

Hace poco estuvimos de vacaciones en un 'resort' y no podíamos creer lo que veíamos: niños de la misma edad que el nuestro llevando enormes auriculares inalámbricos y completamente abducidos por los dispositivos electrónicos. No participaban en las conversaciones familiares. Si esto ocurre en un restaurante, en público, ¿cómo será en casa? Prefiero no imaginarlo.

Todavía nos sorprendemos al ver series como 'Adolescencia' y nos preguntamos qué está fallando en la sociedad. Pero quizá deberíamos mirarnos de cerca. ¿Qué pasará con las próximas generaciones de adolescentes si ya están aislados desde bien pequeñitos?

No me gusta lo que veo cada día. Ser padre es algo que estoy aprendiendo. Me equivoco, y mucho. Pero hay ciertos errores que tengo claro que no me voy a permitir. Educar con presencia, con paciencia y sin atajos es difícil sí, pero es la mejor herencia que le puedo dar a mi hijo.