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"Si algo nos enseña cada año que comienza es que el tiempo avanza y la vida no espera"

Fin de año en Plaza Espanya de Barcelona

Fin de año en Plaza Espanya de Barcelona / Jordi Otix

Doce sonadas y contadas campanadas previas a los propósitos que nos marcamos. Cada 31 de diciembre camina al unísono con el 1 de enero, como si fueran cómplices de una transición cargada de simbolismo y tradición. No sabemos muy bien por qué, pero acompañados por una copa de cava, damos la bienvenida a un año que todavía no conocemos. Con la ilusión y predisposición que caracteriza a todo nuevo comienzo, pero sin el miedo que tantas veces nos paraliza cuando iniciamos otras cosas en la vida, aquellas que aún nadan en un mar de dudas.

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Mientras la televisión vive su apogeo con el repique de las campanas, unos piensan en las desoladas y tristes sillas vacías y los más afortunados disfrutan de una larga sobremesa. Pocos se detienen a reflexionar por qué recibimos con los brazos abiertos un año que todavía no conocemos, como si su sola llegada mereciera nuestro aplauso.

Lo curioso es que no siempre actuamos así con otros inicios en nuestra vida. Imagina conocer a alguien, ¿te lanzarías rápidamente a celebrar ese amor? Probablemente no. Es más, es posible que te llenes de dudas, como un mecanismo de protección. Lo mismo ocurre cuando empezamos un trabajo o enfrentamos un proyecto. Pareciera que, en esos casos, la incertidumbre pesa más que la esperanza.

¿Por qué con el año nuevo es diferente? Quizá sea porque el cambio de año no es algo que podamos evitar. Llega con su propia inercia y su celebración es un ritual que trasciende nuestras emociones individuales. Tal vez sea una manera de recordarnos que el tiempo sigue avanzando, que la vida no espera, que tenemos otra oportunidad. Es una página en blanco que nosotros podemos escribir.

Sería interesante aplicar esta misma actitud a otros inicios de nuestra vida. Porque si algo nos enseña el año nuevo, es que cada comienzo, por incierto que sea, merece una bienvenida. Hasta lo que parece que no, puede sorprenderte y hacerte feliz, que si lo piensas bien es para lo único que estamos aquí: para ser felices.

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