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"Gracias a esos 'gallos rojos' que colocaron el extrarradio en el mapa de Barcelona"

"Gracias a esos 'gallos rojos' que colocaron el extrarradio en el mapa de Barcelona"

RICARD CUGAT

Marta Fernández

Sánchez Ferlosio decía en su canción "Si cantara el gallo rojo, otro gallo cantaría". Ayer, viendo la película 'El 47' me impregné del significado de este himno social compuesto en los años 60. Y empecé a pensar que, sin todos esos gallos rojos, no hubiéramos conseguido avanzar hacia una sociedad un poco más digna, un mucho más enriquecida pero, lamentablemente, demasiado olvidadiza.

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Vivimos anestesiados en una sociedad que creemos rotundamente merecida, pero qué rápido olvidamos nuestros orígenes y el cómo llegamos hasta aquí. Aquellos abuelos que vinieron de lejos, no por el placer ocioso del viajero, sino empujados por la pobreza del que pierde todo menos la dignidad. Tuvieron que instalarse donde pudieron, haciendo malabares con los cuatro harapos que tenían en el fardo y creando, con sus propias manos, el futuro que se les había robado en sus tierras.

Nicanor, mi 'yayo', fue uno de tantos que vino desde Galicia con su rueda de piedra de afilador, con el canto de la armónica y la tozudez del que afronta, haciendo malabares, las hostilidades que le acechan. Las casas baratas del Bon Pastor fue su hogar y allí mi padre y mi tía crecieron empecinados por combatir el hambre y labrarse un futuro mejor.

Como Manolo Vital, el protagonista de 'El 47', un hombre que no se detuvo ante el ninguneo y las trabas burocráticas. "Esto también es Barcelona", protestaba Manolo cuando reclamaba que llegara el transporte público hasta su barrio. Y su gesto despertó a más de uno, puso el extrarradio en el mapa geográfico y social de Barcelona y permitió que los vecinos dieran un paso más en su lucha diaria.

Acabó la película y, en un gesto espontáneo, empezamos a aplaudir. En silencio y con los ojos vidriosos, salimos del cine para retomar nuestra vida, pero quizás con el corazón un poco más hinchado de orgullo, respeto y admiración. Porque, sin duda, a todos nos vinieron a la mente los Manolo, los Nicanor y todos nuestros gallos rojos que, sin ellos, otro gallo cantaría.

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