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"A mi hijo, autista, su CSMIJ le ha dado el alta y ahora no tiene psicólogo ni psiquiatra"

"A mi hijo, autista, su CSMIJ le ha dado el alta y ahora no tiene psicólogo ni psiquiatra"

Hoy he escuchado una historia muy bonita en la televisión. Una niña escribía una carta a una escritora. La novelista había sufrido daños por la DANA y la niña le daba ánimos. Esta le respondía dándole las gracias y felicitándola por la letra tan bonita que tenía.

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Mi hijo es autista y no, no tiene la letra bonita, posiblemente nunca la tenga. Ayer tuvo una crisis, una de tantas que sufren los autistas y sus familias. En plena crisis intenté hablar con su CSMIJ (Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil) de referencia y no, no tuve suerte. Esta mañana tampoco la he tenido. Así que he tenido que dejar mi trabajo y presentarme en el centro de salud y… ¡sorpresa!, a mi hijo le habían dado el alta (sin yo saberlo, evidentemente), así que ahora no tiene derecho ni a psiquiatra ni a psicólogo.

En Catalunya, desde que el pediatra solicita la derivación al CSMIJ hasta que al niño le ve por primera vez un especialista, pasa mínimo un año. Digo mínimo, porque esa vez tampoco tuve suerte y nos pilló la pandemia y fueron dos.

¿Os podéis imaginar lo que son dos años en la vida de un niño? Aprender a leer, a sumar, a escribir, aprender a tener amigos (sí, él tiene que aprender), a hablar, a abrazar, a sonreír... A mi hijo le gusta sonreír, pero no le gusta abrazar y mucho menos que le abracen. Está enamorado de sus amigos aunque ellos a veces no lo entienden, pero se quieren. Le gusta dibujar, aunque lo hace fatal, y yo le digo que lo que hace él son Picassos, que por eso los otros niños no ven un perro cuando claramente es un perro, porque ellos todavía son pequeños y no entienden de arte. Él se ríe.

Y no, posiblemente mi hijo nunca tenga una letra bonita, aunque sinceramente a mí me parece la letra más maravillosa del mundo. Pero, ¿sabéis lo que pasa? Que los adultos sois adultos y no entendéis de esas cosas.

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