"En la historia de la humanidad, siempre ha habido flujos migratorios por motivos de supervivencia"

Lo que ya hace tiempo se divisaba, ya está aquí. Las fronteras, muros y vallas se han desgarrado por la presión de las necesidades básicas. Sobrevivir, trabajar y, sencillamente, comer. Son de una fuerza inusitada, capaz de desmenuzar cualquier fortaleza de las que han ido construyendo pieza a pieza los países del bienestar para protegerse de una posible migración en masa de personas procedentes de los países subdesarrollados, dejando sin recursos humanos la explotación de los yacimientos naturales, imprescindibles para nuestro crecimiento económico, temiendo que este fenómeno pudiera poner en jaque la estructura económico-social, quebrando el sistema circunvalatorio global.

Uno de los agujeros se sitúa en el sur de Europa, a través del mar Mediterráneo y parte del océano Atlántico. Tienen la fuerza que insufla la esperanza y el impulso suficiente para intentar conseguir el hito cuantas veces sean necesarias. Les es indiferente la represión, los medios, las vallas de alambre que hieren y cortan. Vienen y vendrán nadando, en pateras, encajonados en espacios propios de escapistas. Sean como sean todos los sistemas suelen jugarse la propia vida.

Son muchos los políticos y ciudadanos que tienen miedo y desconfianza. Posiblemente una pulsión innata de lo desconocido, porque sea cual sea y de donde proceda, cuando andamos por lugares solitarios -ante todo de noche- y se acerca una persona desconocida con aspecto diferente del habitual, instintivamente nos ponemos en guardia.

Toda esta situación es un caldo de cultivo que aprovechan los partidos ultraderechistas para ganar adeptos. Sin embargo, lo indignante es los que públicamente se manifiestan contra la xenofobia y se muestran tolerantes. Resumiendo, en el transcurso de la historia de la humanidad, siempre ha habido flujos migratorios por diferentes motivos de supervivencia; a fin de cuentas así se han creado los actuales países desarrollados.