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"Si yo, que soy inmigrante, me he comprado una vivienda con esfuerzo, muchos jóvenes pueden"

"Si yo, que soy inmigrante, me he comprado una vivienda con esfuerzo, muchos jóvenes pueden"

En el debate sobre la vivienda hay una contradicción poco señalada: muchos de los que militan en sindicatos de vivienda y critican el sistema heredarán una o más propiedades. Están en posiciones cómodas, pero adoptan un discurso obrerista que no siempre refleja su realidad.

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Soy inmigrante latinoamericano. Trabajé en empleos precarios y, junto con mi novia, -ahorrando la mitad cada uno- conseguimos la entrada para nuestro piso. Siempre tuve claro que, si tengo hijos, deben criarse en un barrio mejor que el que me tocó. Hay zonas en la periferia de Barcelona donde ni los migrantes queremos ver crecer a nuestros hijos.

Tuve la suerte de vivir con mi madre mientras ahorraba. No todos los inmigrantes pueden, pero la mayoría de jóvenes locales sí y no lo hacen. Prefieren pagar alquiler compartido antes que postergar su comodidad unos años. Durante cuatro años gané 1.200  euros al mes. Daba 200 euros en casa, 300-400 euros en gastos personales y ahorraba 600 euros. Incluso me permitía vacaciones modestas. No vivía mal, pero fue un esfuerzo continuo.

Lo más indignante fue que el ITP del 10% nos 'sopló' literalmente todo lo que ahorró uno de los dos durante esos cuatro años. Y la comisión inmobiliaria, por falta de oferta, terminó cayendo sobre nosotros como una extorsión disfrazada.

Si yo pude hacerlo en estas condiciones, cualquier joven local también puede -salvo excepciones-. Pero les han convencido de que no vale la pena intentarlo. Ahora pago el 60% de lo que pagaría de alquiler en una zona que me gusta.

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