"L11, el 'low cost' suburbano"

Hace 22 años, la Generalitat convergente impuso su opción del cremallera, con el apoyo de las asociaciones. En contra del criterio del ayuntamiento socialista. Una opción que sacrificó la prolongación de la L4 y una segunda fase al Vallès. El coste de matar 'el gusanillo', como fue llamado popularmente, tras 80 años de espera, por una opción más rápida y económica, lo pagan ahora sus usuarios. Una línea de un solo tren con tres vagones, en lugar de cinco. Supeditada al horario de la línea que enlaza. De 7 a 15 minutos de frecuencia de paso. Un estrecho pasillo de acceso en el enlace que deja a pasajeros en el andén.

Zona Norte duplica el tiempo de desplazamiento en transporte público. Las líneas de autobuses que hace 22 años se proyectaban mejorar también fueron sacrificadas. 45 o 30 minutos de espera. Zonas sin transporte nocturno, cuya orografía, fauna salvaje y cortes de luz, limitan la vida de sus residentes. Sobre todo, a las mujeres y a las personas con movilidad reducida. Un autobús a demanda que no es eficiente y se pide regresar al de línea regular. Con el índice de vehículo privado superior a la media urbana y déficit de plazas de párking, en contra de la agenda 2030 y su reducción de emisiones contaminantes. Sin plazo para cambiar una marquesina o reponer cuatro ascensores urbanos, que pronto cumplirán un año sin uso o 200 plazas de párking sin inagurar, desde 2013. La parte menos visible de la ciudad, para la administración, con la renta per cápita más baja. 47 años después, necesita continuar movilizándose, para conseguir las inveriones en servicios públicos esenciales como el transporte, la educación, la vivienda o la sanidad.