"Se necesitan líderes políticos tan canallas como el sistema económico que se pretende domesticar"

El capitalismo popular, desarrollado ideológicamente como democracia económica desde mediados del siglo XX, predicaba que cualquiera puede convertirse en accionista de macroempresas y, con poco esfuerzo, participar efectivamente de los beneficios generados, por muy especulativos que estos fueran. Nos lo creímos hasta que apareció la cara real de los problemas y explotaron las conocidas burbujas: las puntocom, el capital riesgo, los bienes tangibles, la hipotecaria y la sequía crediticia.

Entonces, aparece de nuevo, sale a la calle y acude a las urnas el ciudadano humilde, el pequeño ahorrador, el autónomo emprendedor, la sufrida clase media, la única que por su nivel de ingresos puede ahorrar, pero no especular. Aparece el ciudadano que necesita del Estado, quien previamente habíamos reducido en aras de fortalecer la iniciativa privada, para que ponga orden, 'a posteriori', en un mercado capitalista que ya no es todo bondad, sino absoluta depredación.

Se necesitan líderes políticos tan canallas como el sistema económico que se pretende domesticar. Si ese orden a imponer es revelado o apoyado por alguna divinidad, o nos otorga la identidad nacional que nos robó la globalización, o es jerarquizado de forma casi militar, mucho mejor: será más contundente y estabilizará la situación, como quiere demostrar el rancio populismo fascista de Trump y otros tantos a los que no hemos parado los pies en las últimas elecciones europeas.