Es curioso que, elección tras elección, Sánchez coseche fracasos. Pero es tan sublime su poder de adaptación que sobrepasa la lógica y acaba siempre gobernando. Le da igual, presuntamente, de dónde procedan sus compañeros de viaje mientras sean fieles servidores de sus ideas o de sus ambiciones políticas. Siempre encuentra la ayuda que necesita. Una ayuda a la que hay que corresponder. Y él corresponde. Igual que un cajero automático lo hace con cualquiera de nosotros, cuando introducimos la tarjeta bancaria.
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En política todo tiene un precio, y lo que se necesita es tener la habilidad de alcanzar la cuantía de ese precio para poder pagarlo. Si lo consigues, hasta puedes llegar a creer que eres, no solo necesario, sino insustituible.