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"No debe sorprender que no confiemos en quienes deben aplicar justicia de forma eficaz e imparcial"

"No debe sorprender que no confiemos en quienes deben aplicar justicia de forma eficaz e imparcial"

EPE

Me asombra que en pleno siglo XXI un presunto señor juez (digo lo de presunto porque para juzgar adecuadamente hay que ser imparcial y respetuoso con las víctimas, como mínimo, o eso creía yo) emplee un tono misógino y retrógrado más propio de pasadas épocas del siglo pasado y del XIX, incluso.

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Me sorprende que en el siglo XXI a la víctima, un presunto juez imparcial la trate como si ella fuera la culpable, no la agredida. Me indigna que, además, el presunto señor juez del siglo XXI apele a su honor herido y el de su familia al ser cuestionada su actuación judicial, cuando el único "honor" vulnerado por ese señor funcionario de justicia es el de la víctima denunciante y, por extensión, el de todas las denunciantes maltratadas por señores jueces tan sumamente justos y nada misóginos.

Y finalmente, me temo, no me sorprenderá pero sí me indignará mucho, la previsible actuación del CGPJ hacía ese juez tan sensible, progresista e imparcial: palmadita en la espalda y aquí no ha pasado nada. De cara a la galería, claro, igual el CGPJ dirá lo contrario, porque en general observamos que a los jueces conservadores no se los sanciona, por muy mal que lo hagan. 

Y si la víctima del maltrato judicial es una mujer, menos aún. Como ejemplo, la denunciante Juana Rivas y la señora jueza que le ha ido cayendo en desgracia. Pobre Juana, que va denunciando para que a ella casi nunca la crean. No es maltrato institucional, nooooo, qué piel tan fina nos dicen que tenemos las mujeres...

Pero no, no habrá sorpresa. Tal cosa sería realmente sorprendente en el poder judicial y en el CGPJ de nuestro país en pleno siglo XXI. Y luego se asombran de la desafección ciudadana hacia los tres poderes. Y nos dicen a las mujeres que denunciemos. No con la posibilidad de declarar ante según qué jueces tan empáticos y bien hablados.  

No debe sorprender que no creamos en la justicia, o mejor dicho, que no confiemos en quienes deben aplicarla de forma eficaz e imparcial en pleno siglo XX, es decir, en algunos jueces de piel tan dura y honor tan fino. Este país me duele.

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