"Tiempo de resolver"

Dicen que el ritmo del tiempo siempre se percibe según la época que te toca vivir, que somos hijos de nuestros padres y nietos de quienes les precedieron, pero que eso no impide que seamos rehenes de nuestro contexto. Del mismo modo que intentamos inculcar nuestro saber a nuestros hijos, ellos caminarán según la ola que les traiga. Es ley de vida.

El problema radica en que, ahora, el tiempo se ha vuelto más confuso de lo que nunca lo fue, quizás por la complejidad de las formas en que se desarrolla o por la obstrucción en nuestras cabezas, a causa de tanta desinformación. Los códigos, antes resueltos por la costumbre, ahora mutan a una velocidad vertiginosa y sin acuerdo. No hay entendimiento entre las partes que deberían regirlo, solo conflicto. No obstante, confío en que, como se dice en catalán, “no ens haguem begut l’enteniment del tot…”. Porque grande es la dicha que se juega en este tablero y grande es la pérdida que puede ocasionar a los jugadores. Vivimos en un mundo tan caótico como bello y, sin embargo, nos hemos olvidado de apreciar los pequeños detalles, que guardan el secreto de lo importante: lo humano, lo humilde, lo cierto, más allá de toda interpretación de los contrarios en eclosión, por una pugna de no sé sabe cuándo ni cómo, pero sí dónde. Y es que es la conciencia de nuestra sociedad la que está cada vez más en entredicho.

Hagamos las cosas fáciles. Pensemos con ese cerebro reptiliano que todo lo sabe por una vez, en vez de mentirnos con ideas volátiles o de confundirnos con emociones limitantes, porque el instinto, 'el hígado', es necesario, cuando lo que está amenazado es el 'status quo' que legaremos a las generaciones futuras. Y, sinceramente, hoy por hoy, no tiene buena pinta.