Convulsió al país sud-americà
La deriva de la crisi a Veneçuela afecta l’esquerra de l’Amèrica Llatina
Diversos dirigents llatinoamericans marquen un punt de no retorn per al progressisme de la regió al distanciar-se del govern de Maduro
«No hi ha dubte que estem davant una dictadura que falseja eleccions», opina Boric, el líder xilè
El brasiler Lula es va desmarcar del «règim» de Caracas, que va qualificar de «desagradable»
El conflicto interno venezolano, reactivado con la validación por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) del triunfo de Nicolás Maduro en unas elecciones de resultado hasta ahora fehacientemente incomprobable, impacta de distinta manera en el corazón de la izquierda regional. Antes del 28 de julio, distintos partidos y fuerzas latinoamericanas se repartían entre la defensa cerrada del Palacio de Miraflores, por considerar a ese país una "plaza sitiada" por Estados Unidos, un pudoroso vínculo sentimental con la figura de Hugo Chávez, y aquellos que han sido críticos sistemáticos de todos sus usos y abusos. Lo que ha sucedido estas últimas semanas posteriores a los comicios, con su secuela de violencia estatal y escamoteo de informaciones, supone un punto de no retorno para las tres tendencias. El madurismo latinoamericano se aferra como una religión a los sermones del "presidente obrero", aquellos que mantenían una debilitada relación afectiva con la experiencia iniciada en 1999 empiezan a hacer un duelo manifiesto y quienes expresaban un desapego profundo han hallado razones para hablar con más vehemencia.
El corte respecto de las miradas ha llegado con la intervención de un joven presidente de izquierdas emblema de la renovación en Chile, Gabriel Boric. "No hay duda de que estamos frente a una dictadura que falsea elecciones, reprime al que piensa distinto y es indiferente ante el exilio más grande del mundo solo comparable con el de Siria producto de una guerra". Boric ha abierto la puerta a una controversia que apenas comienza por el modo de caracterizar al madurismo. "La dictadura de Venezuela no es la izquierda. Es posible y necesaria una izquierda continental profundamente democrática y que respete los derechos humanos sin importar el color de quien los vulnere".
En principio sus palabras provocaron un remezón en su propio país y no necesariamente en las derechas. El presidente del PC chileno, Lautaro Carmona, está en el ojo de una tormenta interna y está obligado a redefinir el apoyo que le dio a Maduro el 28 de julio. Los comunistas chilenos buscarán un lenguaje común que no agrave sus discusiones internas. Las declaraciones de Boric son secundadas por tres jóvenes que representan a la nueva generación del PC, la ministra Camila Vallejo, la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, y la diputada Karol Cariola, proclives a que el centenario partido retire su apoyo al Palacio de Miraflores.
Un problema similar se advierte en Brasil, donde el Partido de los Trabajadores (PT) saludó apresuradamente los resultados del Consejo Nacional Electoral (CNE) que dieron ganador a Maduro frente al opositor Edmundo González Urrutia. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva no solo se desmarcó de esa salutación entusiasta y llegó a pedir que los comicios se realicen otra vez para desactivar la bomba de tiempo política. Al igual que ocurrió con Boric, colocó palabras inéditas en el espacio progresista regional. Lula habló de "régimen" y a la vez lo calificó de "desagradable". Sus gestiones en favor de una solución negociada de la crisis venezolana, junto con el colombiano Gustavo Petro y el mexicano Andrés Manuel López Obrador no parecen ser incompatibles con ese distanciamiento explícito.
Lula, al igual que Boric y Petro, han pagado precios políticos internos por sus posiciones preexistentes y la recurrencia de la derecha de asociarlos con Caracas o presentarlos como emuladores de Maduro. Parte de la izquierda ya no quiere cargar ese sambenito ni ser asociada con algo en lo que no cree. Guilherme Boulos, líder del movimiento de los sintecho y diputado federal del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), una ruptura del PT a comienzos de siglo, aparece como favorito en las elecciones a la alcaldía de São Paulo. Tiene la bendición de Lula. Venezuela está en boca de sus rivales y se ve obligado a esquivar las pullas remarcando que su propuesta no tiene nada que ver con el madurismo.
Desde hace meses, el Palacio de Miraflores habla elípticamente de una "izquierda cobarde" que le da la espalda. El diario oficial Ultimas Noticias embistió el jueves contra Lula. "Las alejadas actitudes de respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos, expresadas por Lula al referirse a Venezuela, pueden leerse como una posición que tiende a debilitar la búsqueda de un mundo pluripolar manifestada en los BRICS del cual Brasil es, precisamente, uno de sus miembros fundadores". Cuando Caracas aspira a ser parte de ese espacio que lideran China, Rusia, India y Sudáfrica, "el presidente brasileño anda en sus intentos exitosos por echar su historia personal a la basura; y en esfuerzos fallidos por edulcorar un lenguaje que siempre aterriza en el desconocimiento de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela".
Implosión
Notícies relacionadesLa socióloga argentina Maristella Svampa advierte un estado de "implosión" del progresismo latinoamericano. "Primero se fue apagando como ciclo, hacia 2015, cuando dejó de ser un ambicioso movimiento regional que alineaba diferentes gobiernos sudamericanos en pos de una lengua común; luego se fue deshilachando como campo, al compás de una concentración del poder en los ejecutivos y una polarización vertiginosa y sin retorno, frente a la emergencia de las derechas antiprogresistas; hoy, a la luz de lo que sucede en varios países de la región, parecería extinguirse como relato". Venezuela ha acelerado esta crisis. "Hace años que Maduro consolidó un neoliberalismo autoritario y criminal, pese a la utilización grotesca que hace de la narrativa progresista".
El sociólogo Edgardo Lander, de la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución, sostiene que el modelo bolivariano está "agotado". La izquierda internacional y, en particular, de América Latina no puede seguir llamando al Gobierno "de izquierda revolucionaria" por su carácter "represivo, autoritario, corrupto, extractivista".
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