Los derechos humanos en el tablero de ajedrez
Durante la ofensiva 'Margen Protector' sostuve un breve intercambio de impresiones por twitter con un individuo. Con el frenesí de la vuelta al cole y el comienzo del curso político que parece que va a cambiar nuestras existencias, quizás hayan olvidado que hace tan solo algunos días celebrábamos el alto el fuego 'definitivo' de la ofensiva israelí en Gaza. Pues bien, el sujeto, por resumir una de esas profundísimas conversaciones de 140 caracteres que se dan hoy en día, venía a decir que sí, que muy bien con lo de los derechos humanos en Palestina, pero que él tenía sus prioridades, y que si apoyar a Israel podía conceder alguna ventaja a Catalunya en su proceso soberanista, estaba claro de qué lado se iba a situar.
Lo que pensaba esta persona, desgraciadamente, sigue repitiéndose sin solución, más de seis décadas después de la proclamación de la Carta de los Derechos Humanos. Lo que le pase a la gente sigue siendo, sobre todo con la ventaja que nos da la distancia, un mal inevitable, un daño colateral, una pérdida asumible, si al final avanzamos en la partida. En el fondo y de una manera fatal, seguimos considerando a nuestros semejantes, peones que pueden ser sacrificados para proteger a nuestro rey. No entra en la lógica predominante ser absolutamente radicales a la hora de exigir justicia y respeto hacia esos derechos individuales, para todas las personas, dejando de hacer cálculos sobre el mal menor y lo que, pretendidamente, le conviene al colectivo, aquí o allí.
En estos días de ofensiva y de debate en la red, exigir a un estado pretendidamente democrático como Israel que cumpliera con la legislación internacional en materia de Derechos Humanos, le hacía a uno poco menos que militante de Hamás. Paradójicamente, el objetivo de salvaguardar 'la única democracia de Oriente Próximo', le daba a ésta patente de corso para violar cualquier convención conocida. Días después, cuando empezaron a llegar noticias de las atrocidades del Estado Islámico con cualquier cosa que se moviera y no fuera como él, si no lo condenabas es que formabas parte del equipo contrario, porque sí te habías manifestado a favor de los y las gazatíes. Y tú más: la opinión pública vuelve a caer una y otra vez en el relato de la geopolítica alienada de las personas, y la gente lo compra con una facilidad pasmosa.
Demencial. Tanto como que hubiera numerosas abstenciones y los Estados Unidos votaran en contra de la comisión de investigación que la ONU puso en marcha a mediados de agosto para investigar los crímenes cometidos en Gaza, y que no haya hecho falta ni votación para enviar urgentemente, esta semana, una misión para investigar lo que está pasando en Irak. Tanto como que lo que volvamos a oir hablar sobre la franja en los próximos meses sea para cuantificar su construcción o perdirle su adhesión, querido ciudadano, para que colabore con ella. ¿Dónde hay que apuntarse para pedir cuentas por los innumerables crímenes que se han cometido allí? ¿Cuándo vamos a aprender e interiorizar que 'las acciones de una parte no absuelven a la otra de su responsabilidad de respetar sus obligaciones bajo la ley internacional', como recordaba la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Navi Pillay, y a no mezclarlo con las simpatías que una u otra causa despierten entre nosotros?
No se extrañen, en Siria Al-Asad volverá a ser 'nuestro hijo de puta', y las razones de Estado nos harán silbar y mirar hacia otro lado, con tal de acabar con la yihad, como pasaba con Sadam cuando rociaba con fósforo a nuestros ahora imprescindibles aliados kurdos. Israel y sus dirigentes saldrán sin ningún rasguño de esta, como siempre, máxime cuando nunca reconocerán el Tribunal Penal Internacional y el concepto de justicia universal se bate en retirada en la justa Europa. De Hamás tampoco esperen mucho más que ejecuciones sumarias en sus comisarías, para la mayoría lo importante es la paz conseguida en El Cairo, con eso queda todo resuelto y no hay que pedir más cuentas a nadie. Pero la paz no durará nada si se siguen violando sistemáticamente los derechos humanos, y si no conseguimos desmontar la situación de impunidad generalizada, seguirá siendo el caldo de cultivo de los próximos conflictos. ¿Abordaremos algún día los problemas por ese lado?
Si al llegar a este punto del artículo, el lector piensa que trato de igualar a los dos bandos del penúltimo conflicto, que me olvido de lo que cuesta vivir cada día en Gaza, habré fracasado en mi empeño de contar esta historia desde el punto de vista del peón. Suerte a la nueva misión en Irak y suerte al internauta que sabía cuándo y por cuánto cambiar los derechos humanos de los otros, porque seguramente alguien esté pensando lo mismo, en otros lugares y en otras cancillerías, de su derecho a decidir en qué país quiere vivir.