Vivimos aparentemente más conectados que nunca. O al menos con más posibilidades de conexión que nunca. Tenemos nuevos y potentes canales de comunicación que nos permiten expandir nuestras posibilidades más allá del tiempo y del espacio.
Pero la realidad es que estamos más desconectados que nunca, especialmente de lo que ocurre en nuestro entorno más cercano y, lo que es más importante, estamos desconectados de las personas que nos rodean.
Vivimos encerrados en un caparazón en forma de pantalla que intensifica el aislamiento social. Esta desconexión nos proporciona la excusa perfecta para no considerar las necesidades de las personas que nos rodean y, por lo tanto, disculparnos de la obligación de empatizar con otras personas y de implicarnos en nuestra sociedad más cercana.
Tratamos a los niños como objetos y les proporcionamos una pantalla para que a su vez nos dejen en paz. Vemos a los compañeros de trabajo como amenazas, incomodidades o instrumentos y preferimos comunicarnos con ellos a través del correo electrónico. Somos incapaces de mantener una charla con nuestros amigos sin estar pendientes de nuestros otros amigos, los virtuales. Nos cuesta conectar y prestar atención plena al acto, evento o espectáculo al que estamos asistiendo, tenemos la necesidad imperiosa de retransmitir lo que estamos viendo -que no sintiendo- a un mundo desconocido y virtual.
Sí. Mientras nos conectamos con la pantalla nos desconectamos de la atención plena y de las emociones. Pero las emociones, los matices y la intencionalidad viajan mediante la comunicación no verbal, aspecto de difícil transferencia por móvil u ordenador.
La conexión con otras personas es muy importante, es crucial, ya que pueden incidir en nuestro estado de salud. Cuando tenemos relaciones positivas, nuestro sistema límbico entra en resonancia positiva con el de nuestro interlocutor generando endorfinas y oxitocina, lo que repercute positivamente en nuestro sistema nervioso, endocrino e inmunitario.
De la misma manera, si nuestras interacciones son negativas nuestra salud se resiente. Sí, una persona tóxica nos puede hacer enfermar, pero lejos de concluir que es mejor no tratar con la gente, te animo a que aprendas a identificar las compañías positivas de las tóxicas, las enriquecedoras de las negativas y las constructivas de las destructivas. No te aísles detrás de una pantalla. No construyas un parapeto tecnológico que te aísle del mundo real.
Notícies relacionadesEs posible que hayas tenido una mala experiencia con personas tóxicas, que seas tímido y te cueste establecer relaciones sociales o que no tengas un acceso fácil a un grupo de personas en el que encajes mejor. Sin duda que internet te va a ayudar a mejorar tus relaciones sociales; pero no te desconectes de tu entorno real.
Busca relaciones cara a cara. Reserva un espacio para charlar mirando a los ojos a una persona. Pasa tiempo sincronizando tu sonrisa con la de tu interlocutor. Permítete sentir las emociones que siente tu interlocutor. Ya que si lo haces, estarás siendo más feliz, estimulando tu cerebro, favoreciendo un funcionamiento óptimo de tu sistema inmune y desarrollándote como persona...