Todas las enfermedades son terribles, pero algunas, además, son crueles. Después de luchar toda una vida, después de sacrificar los mejores años de tu vida para crear una familia, después de pasar sueño, miedo e incertidumbre; justo cuando esperamos disfrutar del descanso bien merecido de la vejez; justo en ese momento aparece el cruel y despiadado alzhéimer dispuesto a arrebatarte la vida a ti y a las personas que te rodean.
Siempre imaginé la vejez como una etapa tranquila, dulce y sosegada. Me veía rodeado de nietos, disfrutando de verles jugar, preparando la casa para su visita y buscándoles aventuras. Me imaginé la vejez como una nueva aventura, rodando por el mundo en una autocaravana, descubriendo viejos lugares con nuevas miradas, conociendo a personas interesantes y charlando durante horas sobre temas apasionantes.
Imaginé mi vejez disfrutando de todos y cada uno de los minutos de mi vida, sabiendo que el tiempo era a la vez finito e infinito, como cuando nos quedamos absortos en una tarea y sin darnos cuenta se nos ha hecho de noche sin importarnos qué más tenemos que hacer.
Nunca he tenido prisa per ser mayor, pero tampoco le he tenido miedo…
Pero este futuro romántico, mitad esperanza, mitad sueño, puede no guardar ningún parecido con la realidad. Sin yo elegirlo, sin yo hacer nada, sin haber hecho nada más que ser 'desgraciado' con un boleto de una amarga e irónica lotería a la que ni tan solo he jugado, puedo tener una vejez diametralmente opuesta a mis sueños.
No quiero ni imaginarme lo que debe ser vivir sin saber dónde estás o quien eres, sin conocer a tu esposa, tus hijos, tus nietos o tus amigos, sin poder andar libremente por las montañas ya que eres incapaz de orientarte o sin dejar de sufrir…
Tampoco quiero que mi pareja o mi hija me sufran así, ni quiero que me recuerden como una persona devorada por una demencia cruel y despiadada. Pero yo no puedo hacer nada para evitar que ocurra. Que sufra alzhéimer o no depende de algo tan injusto como es el azar.
He conocido muchos casos de alzhéimer a lo largo de mi vida, pero hay dos que me han dolido en el alma, el de una pareja afectados ambos por la enfermedad. Él ya falleció, ella no. Recuerdo hablar con ella en el velatorio de su esposo y recuerdo como me dijo que sentía una mezcla de tristeza, serenidad, dolor y alegría, emociones cruzadas causadas por años difíciles y por un sufrimiento ajeno y propio que llego a su fin.
Mi reconocimiento a los familiares, profesionales, cuidadores y voluntarios que intentan facilitar la vida el enfermo de alzhéimer. Un abrazo y un beso para todas aquellas almas que intentan no doblegarse por el peso de estar junto a una persona afectada por alzhéimer. Si he dicho persona afectada. No es lo mismo un enfermo de alzhéimer que una persona afectada por alzhéimer ya que detrás de esta devastadora enfermedad que no tiene bastante con llevarse la salud de una persona sino que además deja una profunda huella en las personas que le quieren; detrás de esa enfermedad hay una persona que ha vivido, soñado, trabajado y sentido. Detrás de todas y cada una de esas personas hubo alguien que un día imaginó una vejez feliz y en paz.
Queridos políticos, queridos investigadores… Tenemos que declararle una guerra sin cuartel al alzhéimer sin olvidarnos del sufrimiento de los cuidadores y familiares… ¿De que sirve el progreso y la ciencia si no es para erradicar el sufrimiento?