Texto
Carmen Lancho
Según datos recogidos por el Instituto de la Empresa Familiar, cerca de 1.100.000 empresas en España son familiares, es decir, un 89% del total del país. El ámbito de la empresa familiar sigue ganando fuerza en el escenario empresarial español. Fuertemente ligado a la pyme, se han convertido en ejemplo de éxito sin miedo a perder ventaja competitiva frente a otras empresas, que generación tras generación se adaptan a las nuevas necesidades. Así es Castillo de Canena.
Dedicada a la producción del aceite desde finales del s. XVIII, han conseguido llevar sus productos a 60 países, conquistando el mercado internacional, con productos de Aceite de Oliva Virgen Extra premium. Años de trabajo y esfuerzo que han sido reconocidos por Banco Santander, eligiendo a Castillo de Canena como pyme del año de la provincia de Jaén en la última edición de los Premios Pyme que organiza junto a la Cámara de Comercio, como parte de su apoyo al colectivo de las pequeñas y medianas empresas.
Cada generación que ha tomado el relevo (y ya van nueve) ha conseguido aportar “conocimiento, experiencia y, sobre todo, capacidad de adaptación para hacer frente a los profundos cambios producidos en el sector y en la agroindustria en general”, destaca Francisco Vañó, director general de Castillo de Canena. Todo ello ha formado un importante “legado de enseñanzas y empirismo, basado en valores tales como el esfuerzo, la perseverancia, el respeto y la generosidad”. Junto con su hermana Rosa, como directora comercial, han logrado no solo esa internacionalización de la compañía, también han apostado “sin tregua por la sostenibilidad, la innovación y la búsqueda continua de la excelencia”, sin perder la tradición heredada.
“Una nueva filosofía de vida y una forma de pensar y actuar muy diferente a la que estábamos acostumbrados”
El año del relevo generacional: 2003
En 2003 Rosa y Francisco Vañó decidieron cambiar sus carreras como altos directivos de compañías multinacionales como Coca-Cola y Banco Santander. Esta experiencia laboral previa les ha aportado un bagaje profesional y unos sólidos fundamentos de cultura corporativa para esta nueva etapa como empresarios y emprendedores. Un cambio que ha supuesto “una nueva filosofía de vida y una forma de pensar y actuar muy diferente a la que estábamos acostumbrados” comenta Vañó.
En esta nueva etapa, los hermanos se encontraron con una serie de activos familiares que constituían una base sólida de partida pero que debían estructurar y coordinar, además de someter el modelo de negocio entonces vigente a una severa revisión. Su padre, aunque se tomó la actividad olivarera más como un hobby, hizo grandes aportaciones encaminadas a la mecanización y fue pionero en otros aspectos referentes a la gestión de la agricultura.
El Castillo de Canena, propiedad de la familia, se utilizaba exclusivamente como residencia privada, y el olivar era una finca moderna y productiva, pero, según palabras del director general, “muy alejada de los principios de sostenibilidad y respeto al medioambiente y sin duda con recorrido en materia de avances tecnológicos e incremento en eficiencia”.
En aquellos años solamente elaboraban y comercializaban aceites de oliva a granel que, prácticamente, era considerado como una commodity sin una calidad diferenciada. La marca “Castillo de Canena” con todos los valores intrínsecos y extrínsecos que posee en la actualidad comienza precisamente en 2003, el momento de empezar a situarse como una de las primeras empresas del mundo en la producción y comercialización de AOVEs premium.
¿Cómo se adapta una empresa familiar a las nuevas tendencias de consumo?
En el caso de Castillo de Canena, los nuevos responsables se encontraron principalmente con dos retos: pasar de vender aceite a granel para crear AOVES de una calidad extrema, y llevar esta producción a otros mercados internacionales.
Un momento de cambió que coincidió prácticamente en el tiempo con la aparición de los llamados “AOVEs Premium”. “Una nueva categoría que nacía acompañada de una serie de características muy diferentes a los que existían hasta entonces. Vivimos muy intensamente la “descomoditización” de los zumos de aceituna que entonces se producían, casi exclusivamente, de manera masiva y estandarizada y el nacimiento de conceptos tan nuevos en el mundo oleícola como el de cosechero, agricultura de precisión, envero correcto, trazabilidad irreprochable, origen, terroir, pequeñas almazaras de última generación”, destaca Francisco.
Desde entonces, los responsables de la empresa olivarera han estado muy atentos para anticiparse a las nuevas tendencias de consumo. “Nos hemos diferenciado mediante la innovación, la creatividad, ampliando las ocasiones de consumo y el uso de distintos AOVEs gastronómicos, creando de manera recurrente excelentes productos de extrema calidad”.
Tecnología e innovación. Claves para la empresa familiar
La transformación tecnológica en las empresas familiares es necesaria para no perder ventaja competitiva. “La innovación ha sido una de las palancas clave en el desarrollo de nuestra actividad empresarial”, destaca Francisco. En su caso, la olivicultura ha avanzado mucho en estas dos décadas gracias a la agricultura de precisión, al uso de sondas de medición de estrés hídrico o la creación de un BIG DATA para aplicar más racionalmente los tratamientos, entre otros.
Además, en 2021 construyeron una nueva almazara con los mayores avances tecnológicos con el fin de ser una “industria inteligente”, con múltiples certificaciones en procesos, calidad y seguridad alimentaria, lo que les ha valido el Premio a la mejor Almazara de España según la AEMO (Asociación Española de Municipios del Olivo), en 2022.
Innovación que también está muy presente en la creación de nuevos productos. En 2008 fueron pioneros en lanzar AOVEs de una variedad casi desaparecida como era la Royal, o la elaboración de sus “aceites gastronómicos” como los Arbequinos ahumados o los que infusionan con plancton marino de origen 100% vegetal. Su apuesta por la tecnología les ha llevado incluso a introducir tecnologías como el blockchain para garantizar la trazabilidad de sus productos o la visión artificial para seleccionar cada aceituna que utilizan. Y están inmersos en casi 20 proyectos de i+D que incluyen el fomento de la bioeconomía circular.
Pasión por la sostenibilidad
En el capítulo de RSC también destaca su sistema de gestión ética y socialmente responsable, que obliga a la empresa a respetar la sostenibilidad bajo sus tres aspectos, social, económico y medioambiental, y con el que ha obtenido la certificación SGE21 bajo la Norma Foretica. Los responsables han implantado políticas de conciliación de la vida familiar y laboral, estimulado los planes de igualdad (el 85% de sus directivos son mujeres), la formación continua y la corresponsabilidad.
En el terreno de la sostenibilidad han logrado algunos hitos tan importantes como ser la primera empresa del sector en obtener por DNV la certificación de Huella de Carbono (2011) e Hídrica (2014); y se han unido al proyecto Life “OLIVARES VIVOS” gestionado por SEO-BIRDLIFE para impulsar la olivicultura regenerativa y restaurar el ecosistema en donde se enclava el olivar.
¿Cuál es la fórmula para mantener el éxito de una empresa familiar?
“Creo que no existen fórmulas mágicas. Se trata de tener las ideas claras e imponerse objetivos alcanzables, pero a la vez exigentes y ambiciosos…y trabajar con tesón y constancia”, dice Francisco Vañó. También destaca la importancia de contar con buenos equipos que estén identificados con las bases de la cultura corporativa y los proyectos de la empresa, que tengan inquietudes y espíritu crítico. “En las empresas familiares, a mi juicio, es fundamental también estimular el dialogo entre los miembros, la generosidad, que la información fluya de manera continua y ordenada y hablar con sinceridad de los problemas cuando surjan”, concluye.